Llevando al límite al acúfeno: ¿Dónde sería capaz de llegar?

Cada vez que hablo con alguien de mí acúfeno utilizo la palabra "rebelde". Creo que es la forma mejor de describirlo.

Mi acúfeno es rebelde porque ante situaciones divertidas, risas, barbacoas etc se vuelve loco y sube hasta tonalidades insoportables.
Mi acúfeno es rebelde porque si estoy estresada, deprimida ataca con toda la fuerza e ironía que tiene.
Mi acúfeno es rebelde porque cuando quiero escuchar música o ir al cine, impide que pueda disfrutar de ello volviéndome nuevamente loca.
Y sobre todo, mi acúfeno es rebelde porque si intento enmascararlo o suprimirlo ataca como un toro.

Así que un día decidí llevarlo al límite, quería saber si tenía un final o si simplemente era tan fuerte como él pensaba. Llegó a mi cabeza para fastidiarme y ahora el momento de fastidiarle a él. Nada más ver el cartel, vi mi oportunidad: " Ópera y Zarzuela de la mano de Montserrat Martí Caballé". Nunca había tenido la posibilidad de asistir a una ópera por lo que me quitaba una espinita.

Allí estaba yo, el 4 de marzo de 2019 en el Auditorio de Tomares con mi amiga Manuela. Cogimos buenos sitios para así disfrutarla mejor. Y comenzó la Ópera / Zarzuela. Antes de nada, tengo que decir la voz de Montserrat era impresionante y la puesta escena increíble. 

Pero vamos a lo que nos interesa. En la primera parte, no pasó mucho, el acúfeno estaba estable y pensé que el tema no le interesaba...se estaba comportando o por lo menos, ese día había decidido dejarme disfrutar. Al final del primer acto, mi amiga me preguntó que si nos íbamos que me veía un poco rara. Le dije que no, que nos quedábamos (en mi cara se reflejaba la preocupación por cómo se comportaría el dichoso bicho). Y ¡me relajé! ( ¡Qué inocencia!)

Allí estaba en el segundo acto, ella dándolo todo y el acúfeno despertó y con él , mi infierno. Comenzó a seguir su voz de una manera que ¡no había experimentado nunca! Hubo momentos en los que llegué a pensar que el oído me iba a explotar, un dolor agudo en él me estaba matando. Subía y bajaba con una habilidad pasmosa. Al final del acto, recuerdo que me empezaron sudores fríos y me comencé a marear, el acúfeno estaba en un límite insoportable y esos decibelios no podía controlarlos.

Cuando salimos, tuve que descansar un buen rato y el acúfeno se había quedado pillado en un tono brutalmente alto . Recuerdo que pasé tres semanas infernales y llegué a pensar que la había liado bien con la dichosa prueba. ¿Cómo se me había ocurrido realizar semejante experimento? El premio a la tonta número uno. 

Afortunadamente, todo volvió a la normalidad, una normalidad que odiaba pero mejor que la que había sufrido 3 semanas atrás.

¿La conclusión del experimento ? Mi enemigo era más fuerte de lo que pensaba. Tenía una única opción amoldarme a él porque tenía todas las cartas compradas al número perdedor. Entré en depresión, porque iba a estar conmigo toda la vida y yo no lo había elegido. 

Esta fase de la adaptación a mi acúfeno me cuesta recordarla, ya que fue asimilar que no iba a desaparecer. Pero tras cada caída, hay un nuevo renacer. Así que volvería más fuerte que antes y volvería a pelearme con él con las pilas cargadas.

Comentarios

  1. Si algo me dejan en claro los acúfenos, es lo delicado que son los oídos. Y como si todo fuera poco, su naturaleza intrincada y poco conocida hace que la medicina no pueda hacer casi nada -por no decir nada- por ti. Así que está en nuestras manos cuidar lo que nos queda de salud, así que -en mi caso- si tengo que renunciar de por vida a conciertos, cine, etc, lo hago con todo gusto!

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